No somos inmortales aunque nos acerquemos cada noche a la muerte, no somos inmortales aunque sólo nos acordemos de ella en alguna resaca, no somos inmortales aunque lo merezcamos. Ha muerto Agustín y me han subido de repente todos los vasos que le devolví vacíos. El Balmoral cerró hace años y lo celebramos con una especie de funeral irlandés de dos días. Bebimos para olvidar todos aquellos momentos memorables. Imposible. Al menos, hoy. Ha muerto Agustín, la mitad de ese Balmoral inolvidable. Algunos bares son parte de mi paisaje y sus camareros, personajes de mi novela. Agustín y Manolo no son personajes cualquiera; son secundarios de lujo que me me han ayudado a acertar y a equivocarme, según, en mi trama vital. Amigos. Ha muerto Agustín, me lo ha dicho Ricardo, que le acompañaba de nuevo en el Angus Bar, y yo se lo he dicho a otros amigos que compartimos barra con él. Vaya trago. Ha muerto Agustín y, a la espera de otro funeral irlandés, brindo por él. Y por Manolo y por Ricardo. Y por todas las noches que pasamos juntos. Por las buenas y también por las malas. Y por esos callos que siguen perfumando la calle Hermosilla.
Suena One Bourbon, One Scotch, One Beer, por George Thorogood.
Gracias a Miguel por la foto.
Brindo por el a tu salud Pedro. Otra de tus impagables enseñanzas…