Leí ayer en el suplemento del New York Times que viene los jueves con El País (no hay link porque no lo cuelgan) que la recesión ha hecho caer las operaciones de cirugía estética en Corea del Sur. Decía el texto que las intervenciones subieron con la recuperación de la crisis monetaria de hace una década pero que «en épocas malas la gente suele privarse de lujos como comer fuera, la joyería y la cirugía estética». El entrecomillado encierra palabras de un tal Park Hyoun, cirujano coreano. No sé yo, señor cirujano coreano, si es muy comparable salir a tomar una ración de oreja con entrar al quirófano retocarse las orejas. Pero, en cualquier caso, me alegro de que usted y sus colegas (sospecho que de todo el mundo) lo estén pasando mal. Señal de que vamos por el buen camino.
El uso alegre de la cirugía estética se ha convertido en un buen ejemplo de la aberración capitalista. Que no me veo bien con mi nariz de pimineto rojo, pues ahorro (o, peor, pido un crédito personal) y me pongo la pizpireta nariz con que David Beckham olisquea a su Victoria. Que tengo el culo gordo porque como helado con cuchara sopera mientras veo Los Serrano, pues llamo a mi Corporación Dermoestética y que me lo arregle en dos tajos y sin salir a correr, que se suda mucho. Que mis compañeras de partida de bridge tienen los labios más carnosos que los míos, pues dame bótox que quiero morir. Lo quiero todo y lo quiero ahora y no tengo que currármelo para conseguirlo porque hay un banco que me lo costea. En eso se resume la trampa del capitalismo. De este capitalismo.
¿Qué por qué es una trampa? Porque en apariencia ofrece una vida mejor pero en realidad guarda una existencia de mierda. Porque las cosas se valoran de verdad cuando se obtienen con esfuerzo. Incluso cuando no se pueden obtener de ningún modo. Es importante saber cómo y quién es uno y poder conformarse con lo que uno tiene, sin que eso signifique dejar de luchar por lo que una desea. Pero que los deseos sean humanos, por Tutatis. No una tele de plasma, un coche cada dos años o unas tetas como las de Pamela Anderson.
Sospecho que a partir de ahora vamos a ver más culos flácidos, más caras arrugadas y más orejas de soplillo. Me imagino que incluso habrá una epidemia de puntos de sutura descosidos y bótox derretido. Buenas noticias. No sólo se va a arreglar el desastre visual que suponía ir a una boda y ver a todas esas señoras biónicas estropear el paisaje sino que todo volverá a estar en su sitio. La realidad volverá a ser real. Y es que creo que empiezo a tener claro que todo esto de la crisis, la recesión y tal es lo mejor que le podía pasar a este planeta. Y lo único. Lo que no era normal era lo de estos años: comprar cosas con dinero que no teníamos, cobrar un sueldo por estar y no por ser y llevar la cara de Brad Pitt en vez de la nuestra. Bienvenidos al mundo real. Ya sólo falta que un virus acabe con el Photoshop y seremos todos felices. Porque feos vamos a estar mucho más guapos.
B.S.O. Gaye Bykers On Acid, Hottest Thing.
La ilustración se llama A Grotesque Old Woman, es de Quentin Massys y la he encontrado en la Wikimedia.
If you aren’t home much, have children under the age of ten, don’t enjoy chaos, or have a busy
lifestyle which would prevent a ferret from roaming freely, then these pet are
not for you. Not once did we take into consideration the
cost of these dragons. re one of those weird pets that only
the strange and lonely have, aren.