Hace poco (re)conocíamos aquí la chanante biografía de Alexis de Vilar, el tío que dice que Woody Allen le ha copiado para hacer Vicky Cristina Barcelona. Sus hechos son como para auparlo a patrón pirulero del buenrollismo. Pero, ojo, que al bueno de Alexis le ha salido un demonio de tamaño XL y procedencia sorpresa. Por lo que dice su biografía recién editada, Paulo Coelho es (vale, ha sido) más malo que Belcebú con almorranas. Paso a citar lo que saca El País sobre el asunto. Y aviso que lo que se puede leer a continuación puede abrirle a uno las puertas del infierno. Vamos, que a Paulo sólo le ha faltado confesar que no reciclaba papel ni vidrio para salir malparado en el libro de la Reina.
La vida de Coelho ha sido un blanco o negro, un yin y yan constante: nació casi muerto por problemas con el líquido amniótico y sus heces; de pequeño organizó sectas secretas; fue un desastre total como estudiante; atropelló casi mortalmente con un coche que llevaba sin carnet a un joven y se dio a la fuga; ese episodio acabó deteriorando aún más las relaciones con sus padres, que le encerraron en un manicomio que visitó tres veces en su juventud y donde fue tratado con electroshock. Antes, había intentado sucidarse con gas. Y para calmar al que llamaba «el ángel de la muerte», por no haber cumplido, degolló una cabra de un vecino en un particular rito.
El descenso al infierno fue vertiginoso: apagó un cigarrillo en la pierna de una de sus múltiples, simultáneas y bellas novias para comprobar si le quería; a otra, bajo la tesis de «la cura por desesperación», le alentó su intento de suicidarse porque finalmente, dice, sabía que no lo acabaría cumpliendo… Época de teatrero sin fortuna, de hippy, de asiduo a todas las drogas posibles y de practicante homosexual para descartar inclinaciones. Y en su enésima desesperación vital se apuntó a la magia y se convirtió en fiel seguidor de los mandatos de Aleister Crowley y del satanismo, hasta el extremo de tener un joven esclavo».
Uf. Miedomedá.