“Muy tranquilo”. Las dos palabras escogidas por la mayoría de los habituales para definir Marina D’Or. “Muy tranquilo”. Adverbio y adjetivo que retumban en el oído interno del periodista mientras flota en salmuera en la piscina Mar Muerto del mayor balneario científico de agua marina de Europa. Es sábado por la tarde y, fuera de ese oasis de sosiego y sal, están esos habituales que contestaron “muy tranquilo” a la pregunta “qué tal es Marina D’Or” y un par de centenares que no fueron preguntados. Todos disfrutando a su manera del mayor balneario científico etcétera. No muy tranquilos. Corren, gritan, chapotean, ríen. Entran y salen de las piscinas, los jacuzzis, las saunas, las duchas escocesas, los baños turcos y romanos y demás. Y lo hacen como si entraran y salieran de los toboganes de un parque acuático. Formando una algarabía que, en principio, se contradice con los conceptos tranquilo, balneario y científico. En principio, sí, pero no en Marina D’Or. Aquí la gente se divierte. Y hace bien. Al fin y al cabo, esto no es más que la inevitable democratización del rollito spa que tan de moda se ha puesto últimamente. Un ciudadano, un spa. Tal es la conclusión a la que se llega después de dos días deambulando por Marina D’Or y diez minutos en remojo en su Mar Muerto particular. Ya, no se suelen empezar los reportajes por la conclusión. Pero tampoco es normal que una revista como GQ envíe dos reporteros para interesarse por un lugar que parece en las antípodas de su concepto de destino turístico y lo ha hecho. Por algo será.
Éste es el inicio de un reportaje sobre semejante lugar para la sección ‘Zona prohibida’ de la revista GQ. El texto completo se puede leer aquí.